Conoce la historia de Gales

Gales, considerado uno de los países más antiguos del mundo, conserva vestigios humanos de hace más de 200.000 años. Las tribus celtas penetraron en sus tierras poco después del año 600 a.C. e introdujeron su cultura, lengua y carácter, que se convertirían en atributos genuinamente galeses. La conquista romana se desarrolló entre 74 y 78 d.C. hasta su desaparición en el siglo V. Posteriormente los piratas irlandeses y escoceses (los britanos) atacaron el territorio y en su costa occidental se asentaron verdaderas colonias irlandesas. Desde Irlanda llegaron algunos elementos del cristianismo en el siglo V, que fue ganando adeptos de la mano del monje Dewi, nombre que más tarde se transformó en David, santo patrón de Gales. La naciente evangelización introdujo la religión cristiana en el contumaz sistema de creencias celtas de bienes y hombres sagrados, así como de santos ermitaños.

El período comprendido entre los siglos V y XI estuvo dominado por la presión e invasión anglosajona; fue cuando los britanos comenzaron a autodenominarse Cymry o compatriotas. La leyenda del rey Arturo se contextualizó en estos tiempos. Durante la misma época Offa, monarca del vecino reino anglosajón de Mercia, construyó un dique para marcar la frontera entre galeses y mercianos; en la actualidad está considerada una de las excursiones más interesantes del país.

Las invasiones vikingas de los siglos IX y X propiciaron la unificación de los distintos reinos galeses que se habían formado. Paradójicamente, si bien la amenaza escandinava facilitó que Gales se convirtiera en una sola entidad reconocida, también propició un acercamiento al control de la corona británica. En el año 927, los monarcas galeses reconocieron a Athelstan, rey anglosajón, como su señor. Un siglo más tarde, Guillermo el Conquistador incitó a sus barones a apropiarse de las tierras galesas.

En el siglo XIII, se trató de conseguir la unificación de Gales; en 1267, Llewelyn el Último fue investido príncipe de Gales por Enrique III de Inglaterra. Sin embargo, Eduardo I, el belicoso sucesor de Enrique, de inmediato obligó a los galeses a jurarle lealtad, y, en 1302, otorgó el título de príncipe de Gales a su heredero. La autoridad del monarca se evidenció con la construcción de enormes castillos y la creación de condados y barrios de estilo anglosajón por parte de los colonos ingleses.

La última oposición armada contra la autoridad británica aconteció en 1400, cuando Owain Glyndwr, descendiente de los príncipes de la septentrional Powys, reclamó el principado de Gales. Enrique IV sofocó esta rebelión, y aplicó unos severos castigos que acrecentarían el resentimiento entre la población durante muchos años.

Gales permaneció en el letargo hasta la década de 1730, cuando la Revolución Industrial irrumpió en el país y propició que su población asumiera una nueva identidad, proporcionada por el metodismo, doctrina protestante predominante en la época. La producción del carbón, bronce, pizarra y estaño tuvo como consecuencias un espectacular crecimiento poblacional y un rápido cambio socioeconómico del país, que pasó del predominio de las comunidades rurales fragmentadas a la preeminencia de los centros industriales y mineros urbanizados. Las ciudades se convirtieron en vivero de inconformistas, nacionalistas, sindicalistas, liberalistas y simpatizantes del partido laborista. Los cambios se sucedieron con lentitud pero fueron inexorables: en 1925 se formó el partido nacionalista de Gales, el Plaid Cymru; en 1942 el idioma galés fue aceptado legalmente, en 1955 Cardiff se convirtió en la capital oficial del país, en 1964 se designó un ministro de estado galés que actuaba como consejero en el gobierno británico, y, en la actualidad, el Plaid Cymru ostenta varios escaños en la Cámara de los Comunes. La cultura y la lengua galesas siguen existiendo; Gales cuenta con su propio canal de televisión desde 1982.

La entrada en los años noventa todavía mostraba a Gales tratando de superar la crisis de sus tradicionales industrias de carbón y acero. A pesar de los programas de diversificación, la tasa de desempleo sigue manteniéndose elevada. Las políticas del actual gobierno laboralista son más sensibles al problema galés que las aplicadas por el partido conservador, pero aún en la actualidad las posibilidades de ver a este territorio como una nación independiente son bastante escasas.