Los primeros asentamientos humanos hallados en territorio finlandés se remontan al final del período glacial, hace aproximadamente unos diez mil años. Cuando en el siglo I a.C. los fineses procedentes de Estonia se establecieron en el suroeste del país, los lapones se refugiaron en el Norte. La próspera sociedad finesa chocó en el siglo XI con los vikingos de Roslagen, que dominaban el comercio en el golfo de Finlandia. Con la llegada de los mercaderes de Gothland ese mismo siglo, el territorio recuperó la prosperidad y paralelamente se introdujo el cristianismo. A través de los siglos, Finlandia se ha mantenido entre el imperio protestante sueco y la Rusia ortodoxa oriental; y desde el siglo XII hasta 1809, formó parte de Suecia.
Las constantes guerras contra Rusia y las graves hambrunas que se sucedieron entre 1695 y 1697 (acabando con un tercio de la población) debilitaron Finlandia. El siglo XVIII estuvo marcado por la gradual cesión de sus territorios al ejército de Pedro el Grande, y culminó con la definitiva conquista rusa en 1809. Un sentimiento nacionalista a mediados del siglo XIX favoreció la obtención de una mayor autonomía como gran ducado, aunque se mantuvo la opresión y la rusificación, y de este modo la independencia se convirtió en el objetivo prioritario para la mayoría de los finlandeses.
Tras la caída del zar y la revolución rusa de 1917, el senado finlandés declaró la independencia el 6 de diciembre de 1917, que Trotski reconoció un mes más tarde. La violencia interna se recrudeció con los enfrentamientos entre la guardia roja, apoyada por los bolcheviques, y la guardia blanca, ayudada por los alemanes. Durante 108 días de sangrienta guerra civil murieron unos treinta mil finlandeses. La victoria de los blancos se vio afectada por la débil situación en que había quedado Alemania tras la I Guerra Mundial, y poco tiempo después las relaciones con la Unión Soviética se normalizaron.
A principios de los años treinta resurgió un sentimiento anticomunista y, a pesar de haber firmado un tratado de no agresión en 1932, las relaciones entre ambos países se mantuvieron precarias. El interés de la Unión Soviética por conseguir territorios estratégicos pertenecientes a Finlandia desembocaron en la guerra de Invierno en 1939-1940, tras la cual, Finlandia perdió Carelia y una parte de Laponia. Con el fin de recuperar estas tierras, en 1941 se unió a la Alemania hitleriana; poco a poco repobló Carelia, incluidas algunas zonas que habían estado en posesión de los rusos desde el siglo XVIII. La espectacular ofensiva de las fuerzas soviéticas en 1944 provocó que los finlandeses firmaran un armisticio en Moscú, y se enfrentaron a las unidades de montaña alemanas instaladas en Laponia hasta la definitiva paz en la primavera de 1945. Las consecuencias más graves de la contienda fueron la contundente derrota militar, la pérdida de Carelia y el distrito minero de Petsamo y el desastre económico ocasionado por la fuerte indemnización de guerra que le impusieron.
La debilitada nación retomó sus relaciones con la Unión Soviética mediante un pacto de amistad (1948), y en 1950 ambos países habían firmado un tratado de seguridad recíproca y un acuerdo comercial. Los 25 años de gobierno de Urho Kekkonen (1956-1981) pueden considerarse un inteligente ejercicio de equilibrio, ya que el presidente mantuvo un firme control del poder nacional y logró fortalecer los lazos con sus hermanos escandinavos sin distanciarse de su poderoso vecino del Este.
El desmembramiento de la Unión Soviética se produjo en una situación delicada para Finlandia. Por un lado, el libre mercado que se estaba desarrollando en el país tuvo que enfrentarse a la crisis económica de finales de los años ochenta; por otro, los préstamos soviéticos permanecían vigentes cuando se disolvió su deudor. A causa de los generosos subsidios de desempleo en Finlandia, el repentino aumento del paro supuso una presión excesiva para las finanzas del gobierno. En los noventa la situación económica del país experimentó un período de enfriamiento marcado por la fluctuación de la moneda nacional. El marco finlandés se devaluó en torno a un 25 por ciento. Finlandia votó para ingresar en la Unión Europea a finales de 1994 y se convirtió en miembro de pleno derecho en 1995. En las elecciones de ese mismo año la coalición liderada por los socialdemócratas desbancó a la conservadora. Desde que se juntó a la UE, Finlandia ha recibido mucha ayuda de Bruselas y fue uno de los éstado miembros que adoptó el euro en 2001. En febrero de 2000, los finlandeses eligieron a la primera presidenta del país, la socialdemócrata Tarja Halonen.