El país que exportó el drama, la tragedia y la democracia puede presumir de un legado sin parangón. Desde la contaminada Atenas hasta las deslumbrantes islas, posee tantos vestigios del pasado que su enumeración podría ser interminable: el santuario considerado el ombligo del mundo en Delfos, la galería de columnas semiderruidas en la isla sagrada de Delos, los palacios minoicos de Creta e incluso lo que algunos consideran los restos de la Atlántida en Santorini.
Los griegos son férreos celadores de la tradición, pero ello no significa que no sepan cómo divertirse; su propensión al disfrute se remonta a Dionisios. Por otra parte, la canícula y las aguas límpidas convierten a Grecia en un destino idóneo para distenderse; ya sea cenando en una taberna junto al mar, tomando un café en una sombreada plazoleta o bailando en una discoteca hasta el amanecer, existen muchas posibilidades de que los dioses hechicen al visitante.