Conoce la historia de Brasil

Los indios brasileños nunca desarrollaron una civilización como la inca o la maya; son pocos los restos arqueológicos que nos han legado, a excepción de algunas vasijas, montones de conchas de moluscos y esqueletos. La población india era muy variada; se estima que, cuando los portugueses llegaron al país por primera vez, había entre dos y cinco millones de habitantes en el territorio que ahora ocupa Brasil. Hoy en día quedan menos de 200.000, la mayoría de ellos refugiados en las selvas del interior de Brasil.

En el año 1500, Pedro Alvares Cabral zarpó de Lisboa rumbo a la India, pero por accidente llegó a la costa brasileña. Sin embargo, algunos historiadores defienden que éste era en realidad el destino que perseguía, y es cierto que por los términos en que informó al rey del “descubrimiento” da la sensación de que la existencia de Brasil ya era bien conocida por los marineros de la época. En 1531, el rey Juan III de Portugal envió los primeros colonos a Brasil; en 1534, temiendo la ambición de otros países europeos, dividió la costa en doce capitanías hereditarias que entregó a los amigos de la Corona. Los colonos no tardaron en descubrir que tanto la tierra como el clima eran ideales para el cultivo de la caña de azúcar y solucionaron las necesidades de mano de obra mediante la esclavización de la población india. La captura y venta de esclavos prácticamente llegó a convertirse en el negocio más lucrativo del país. Estaba controlada por los bandeirantes, procedentes de São Paulo e hijos de madres indias y padres portugueses; éstos se encargaban de capturar a los indios en el interior del país y, para mediados del siglo XVII, ya habían alcanzado las cumbres de los Andes peruanos. Sus hazañas, más que cualquier tratado que se hubiera firmado, mantuvieron seguro el interior de Suramérica para el Brasil portugués.

Durante el siglo XVII, los esclavos africanos, menos vulnerables a las enfermedades de los europeos, sustituyeron a los indios en las plantaciones. Sin embargo, los africanos se resistieron con gran fortaleza a la esclavitud. Por todo el territorio, comenzaron a surgir los llamados quilombos, comunidades de esclavos que habían huido de las plantaciones; incluían desde pequeños grupos que buscaban refugio en la selva (mocambos) hasta la gran república de Palmares, que perduró durante casi todo el siglo XVII. En la década de 1690, se descubrió oro en Minas Gerais, lo que produjo una estampida de brasileños y portugueses hacia ese territorio, arrastrando con ellos a innumerables esclavos africanos que trabajaron y murieron en las minas.

En 1807, los ejércitos de Napoleón entraban victoriosos en Lisboa. Dos días antes de la invasión, el príncipe regente portugués embarcaba rumbo a Brasil. A su llegada, estableció en Río de Janeiro la capital del Reino Unido de Portugal, Brasil y el Algarbe, convirtiendo así a Brasil en la única colonia del Nuevo Mundo sede de una monarquía europea. En 1822, el hijo del príncipe regente, encargado del gobierno de la colonia tras el regreso de su padre a Portugal, desenfundó las armas y declaró la guerra bajo el grito de ¡Independência ou morte!’ (independencia o muerte). Como Portugal no disponía de las fuerzas necesarias para embarcarse en una guerra contra su mejor colonia, la independencia se consiguió sin el derramamiento de una sola gota de sangre.

Durante el siglo XIX, el azúcar, la principal exportación del país, fue sustituido por el café. Al principio, se utilizaban esclavos como mano de obra en los cafetales, pero con la abolición de la esclavitud, en 1888, se produjo la llegada de miles de inmigrantes europeos, la mayoría de ellos italianos, para trabajar en estas plantaciones, denominadas fazendas. En 1889 tuvo lugar un golpe de Estado apoyado por la aristocracia cafetera que puso fin al imperio brasileño; como consecuencia, durante los siguientes 40 años el país estuvo gobernado por militares y por presidentes civiles supervisados por las fuerzas armadas.

En 1929, la crisis económica mundial debilitó el respaldo de los aristócratas cafeteros al gobierno y se formó el partido de oposición Alianza Liberal, apoyado por militares nacionalistas. Cuando la Alianza perdió las elecciones de 1930, los militares tomaron el poder y nombraron presidente al líder liberal Getúlio Vargas. Su régimen, inspirado en el de los Estados fascistas de Mussolini y Salazar, dominó la escena política durante 30 años, hasta que, en 1954, fue obligado a dimitir. Lo sustituyó Juscelino Kubitschek, el primero de los grandes derrochadores de Brasil, que construyó Brasilia, la nueva capital, con la idea de catalizar desde allí el desarrollo del interior del país. A principios de la década de 1960, la economía fue duramente golpeada por la inflación, en parte debido a la gran inversión realizada en la construcción de la nueva capital. Esto, unido a la victoria de Castro en Cuba, que aumentó el miedo a una invasión comunista, derivó en un nuevo golpe de Estado contra la frágil democracia brasileña.

A mitad de la década de 1980, el milagro de la economía brasileña, mantenida en gran parte por los préstamos de los bancos internacionales, llegó a su fin; los militares devolvieron el poder al gobierno civil. En noviembre de 1989, se celebraron las primeras elecciones democráticas de los últimos 30 años, en las que Fernando Collor de Mello, ex campeón de kárate, derrotó por una estrecha pero segura minoría al socialista Luiz da Silva. En su programa electoral, Collor prometía luchar contra la corrupción y reducir la inflación, pero a finales de 1992 este hombre, que según George Bush le recordaba a Indiana Jones, había sido destituido de su cargo y se enfrentaba a cargos de corrupción, acusado de dirigir una organización que mediante la extorsión y el soborno había conseguido estafar más de mil millones de dólares a la economía nacional.

Tras la dimisión de Collor, en diciembre de 1992, lo sustituyó en el cargo el vicepresidente Itamar Franco, hasta que, en las elecciones de 1994, salió elegido Fernando Cardoso. Desde su llegada al gobierno, Cardoso consiguió reducir la inflación de manera significativa, aunque las consecuencias directas fueron la pérdida de dos millones de empleos entre los años 1989 y 1996 y los problemas de la reforma agraria, considerada un asunto de seguridad nacional. Según un informe de las Naciones Unidas publicado en 1996, la distribución de la riqueza en Brasil es la más desigual del mundo.

Aun así, nada impidió que Cardoso persuadiera al congreso para cambiar la constitución y conseguir un segundo mandato; ganó las elecciones por amplia mayoría en 1998 y siguió en el poder durante cuatro años más. Tras las elecciones el real tuvo que sufrir una devaluación, el preludio de un periodo de restricciones, pero en 2000 la economía empezaba a crecer una vez más. Sin embargo, crecimiento económico no significa necesariamente justicia social. Más de 50 millones de brasileños son muy pobres, y muchos de ellos están sumidos en la mayor de las miserias. Las mejoras en la educación, la reforma agraria y el bienestar tienen que hacer frente a un sistema sanitario enfermizo, la superpoblación urbana, el abandono de las tierras de cultivo y los abusos medioambientales. La corrupción está muy arraigada, a pesar de los incipientes intentos de afrontarla. Brasil tiene que avanzar un buen trecho antes de poder quitarse de encima la broma de que ‘es el país del futuro y siempre lo será.’

Las elecciones presidenciales de Brasil en 2002 decantaron la agenda política del país hacia la izquierda, cuando el candidato por el Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, ganó con un 62% de los votos. Lula se aseguró el voto de los ciudadanos con la promesa de mitigar el hambre y crear nuevos puestos de trabajo. Ese mismo año, el futbolista Ronaldo marcó dos goles a Alemania y llevó a Brasil a ganar su quinta copa del mundo.

Pese a las turbulencias económicas que marcan la primera década del siglo XXI, Brasil ha reforzado su ascenso a convertirse en una potencia de primer orden. Así lo muestra la organización de la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y la designación de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Brasil se ha ganado este lugar gracias a su solidez económica: fue uno de los países menos afectados por la quiebra de Lehman Brothers y uno de los primeros en dar signos potentes de recuperación.

En 2010 Lula da Silva tuvo que abandonar la presidencia de la República (la Constitución prohibe un tercer mandato consecutivo). Pese a que los sondeos para su sucesión daban como vencedor a José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) fue Dilma Roussef, la candidata de Lula, la vencedora. Eso sí, en el futuro sobrevuela la idea de que Lula volverá a presentarse como presidente en el 2014.