Conoce la historia de Cuba

Se cree que los primeros humanos que llegaron a Cuba procedentes de América del Sur lo hicieron hacia el año 3500 a.C.; fueron pescadores y cazadores-recolectores. Más tarde se sumaron los taino, que se dedicaban a la agricultura y constituían una rama de los indios arawak. Cristóbal Colón avistó Cuba el 27 de octubre de 1492, y hacia 1514, Diego Velázquez de Cuéllar conquistó la isla para la corona española, donde fundó siete asentamientos. Cuando el jefe taino Hatuey, caudillo de la resistencia, fue condenado a morir en la hoguera, rehusó el bautismo y proclamó que nunca querría volver a ver a otro español, ni siquiera en el cielo.

La ganadería se convirtió muy pronto en el sostén de la economía cubana. Pronto se establecieron grandes haciendas bajo el sistema de la encomienda, en virtud del cual se esclavizaba a los indígenas so pretexto de instruirles y evangelizarles. En 1542, cuando se abolió este método, sólo quedaban unos 5.000 indígenas (un siglo antes se estimaba su población en unos 100.000). Para paliar la falta de efectivos, los españoles importaron esclavos africanos, que a diferencia de los enviados a Estados Unidos, éstos se agruparon por afinidades tribales, y ciertos aspectos de su cultura siguen vigentes.

En el siglo XVII otras potencias europeas comenzaron a desafiar el predominio español en el Caribe: los ingleses tomaron Jamaica en 1655, y Haití cayó en manos francesas en 1697. Las tropas británicas invadieron La Habana en junio de 1762 y la ocuparon durante once meses, durante los cuales importaron más esclavos y extendieron ampliamente los enlaces comerciales de la isla. En 1817 finalizó el prolongado monopolio español sobre el tabaco, y se convirtió rápidamente en uno de los productos más importantes del país. El azúcar devino asimismo una industria fundamental, sobre todo desde que se crearon nuevos mercados a partir de 1783 tras la independencia estadounidense, y al producirse en 1791 el triunfo de los esclavos en Haití, con lo que quedaba eliminado el mayor competidor. Hacia 1820, Cuba se había convertido en el mayor productor de azúcar del mundo.

Después de que el libertador Simón Bolívar, condujera a México y a gran parte de América del Sur hacia la independencia, las posesiones españolas en el hemisferio occidental quedaron limitadas a Cuba y Puerto Rico. Los leales a la corona huyeron de las antiguas colonias y se dirigieron a la isla. Sin embargo, también ellos comenzaron reclamando la autonomía del país, aunque bajo la bandera española.

En octubre de 1868, el terrateniente Carlos Manuel de Céspedes dio inicio a la primera guerra de independencia de Cuba. Después de diez años y 200.000 muertos, las fuerzas rebeldes quedaron agotadas, y se firmó un pacto garantizando su amnistía. Entretanto, un grupo de revolucionarios cubanos exilados en Estados Unidos, organizados y promovidos por José Martí, empezó a planear el derrocamiento del gobierno colonial español. Martí, respetado periodista e importante poeta, fue el autor de los Versos sencillos, que años después serían popularizados por Joseíto Fernández en la canción Guantanamera. Martí y su comandante militar, el general Máximo Gómez, desembarcaron en el este de la isla en 1895; pocos días más tarde, el poeta, a quien se podía identificar fácilmente sobre su caballo blanco, murió en combate. Su muerte le convirtió en mártir y héroe nacional cubano.

Gómez y el líder rebelde Antonio Maceo avanzaron hacia el oeste, arrasando todo a su paso. España acentuó su represión, internó a civiles en campos de concentración y mandó ejecutar públicamente a los simpatizantes de la revolución. Tras la revuelta, la economía cubana, basada en la agricultura, estaba arruinada, y los españoles adoptaron un enfoque más conciliador, ofreciendo la autonomía al país, pero el pueblo, descontento, rehusó aceptar cualquier solución que no contemplara la plena independencia.

José Martí había advertido repetidamente acerca del interés estadounidense por Cuba, y en 1898 se pudo comprobar la validez de sus intuiciones. Después de varios años leyendo en la prensa sensacionalista (y a menudo falaz) relatos acerca de la segunda guerra de independencia de Cuba, el público estadounidense se sentía fascinado por la isla. Aunque la situación estaba en calma, el magnate de la prensa William Randolph Hearst pidió a su ilustrador que no regresara enseguida: “Tú me proporcionas las fotos y yo proporcionaré la guerra”. En enero de 1898, el acorazado estadounidense Maine, anclado fuera del puerto de La Habana, estalló de forma misteriosa. Todos sus oficiales, salvo dos, se hallaban fuera del buque en aquel momento. La guerra entre España y Estados Unidos había empezado.

España, debilitada por los conflictos que mantenía en otros territorios, entró en guerra con dificultades, intentando preservar su dignidad en el Caribe. Las tropas españolas fueron derrotadas por el futuro presidente estadounidense Teddy Roosevelt y sus voluntarios de caballería, los Rough Riders en la batalla de la colina de San Juan, en Santiago de Cuba. Pero Estados Unidos hizo prevalecer la superioridad de sus fuerzas, y el 12 de diciembre de 1898 se firmó un tratado de paz que ponía fin a la contienda. Los cubanos, incluyendo al general Calixto García, cuyo ejército, mayoritariamente de raza negra, había infligido docenas de derrotas a los españoles, no fueron invitados.

Estados Unidos, atenazados por una ley que exigía que su gobierno respetara la autodeterminación de Cuba, no pudieron anexionarse completamente la isla, como sí habían hecho con Puerto Rico, Guam y Filipinas. En lugar de ello, nombraron a un gobernador, el general John Brooke, y comenzaron a realizar una serie de proyectos de obras públicas, que incluía la construcción de escuelas y la organización de la salud pública. Los líderes de la gran potencia conservaron el derecho legal de intervenir militarmente en los asuntos internos de Cuba, y en 1903, Estados Unidos construyó una base naval en la bahía de Guantánamo, la cual sigue activa en la actualidad.

En la década de 1920, las compañías estadounidenses poseían las dos terceras partes de las tierras de cultivo de Cuba, e imponían tarifas que impedían el desarrollo de las industrias manufactureras cubanas. Se institucionalizó la discriminación contra los negros, y pronto floreció el turismo basado en el consumo de alcohol, el juego y la prostitución. Las penalidades de la Gran Depresión provocaron el descontento civil, que fue violentamente reprimido por el presidente Gerardo Machado y Morales. En 1933, fue derrocado por un golpe militar, y el sargento del ejército Fulgencio Batista se hizo con el poder. Durante los siguientes veinte años, Cuba se arruinó y sus bienes pasaron progresivamente a manos extranjeras. En enero de 1959, la dictadura de Batista fue derribada después de una campaña guerrillera que duró tres años, comandada por el joven abogado Fidel Castro. Batista abandonó Cuba y marchó a República Dominicana, llevándose consigo 40 millones de dólares pertenecientes a los fondos gubernamentales.

Fidel Castro fue nombrado primer ministro y comenzó a reformar la economía de la nación, recortando rentas y nacionalizando más de 400 hectáreas de campos. Las relaciones con Estados Unidos, que ya eran convulsas, se deterioraron cuando Cuba nacionalizó las refinerías de petróleo gestionadas por los estadounidenses. Los poderosos vecinos del norte respondieron recortando las importaciones de azúcar cubano y mutilando con ello la economía de la isla, mientras que la CIA comenzó a tramar tortuosas estrategias para derribar el gobierno revolucionario. Castro, desesperado ante la falta de liquidez, buscó el apoyo de la Unión Soviética, que inmediatamente pagó a precio de oro el excedente de azúcar cubano.

En 1961, mil cuatrocientos expatriados cubanos entrenados por la CIA, que apoyaban a Batista y que se habían refugiado en Miami después de la revolución, atacaron la isla. Fueron capturados inmediatamente y enviados de nuevo a Estados Unidos a cambio de suministros médicos. Una semana más tarde, Castro anunciaba la “naturaleza socialista” del gobierno revolucionario, hecho que había negado hasta entonces. La Unión soviética, ansiosa en todo momento por ayudar a una nación marxista (en particular si estaba tan bien situada estratégicamente) envió alimentos de primera necesidad, soporte técnico y armas nucleares. Se considera que el mundo nunca estuvo tan cerca del conflicto nuclear como durante la Crisis de los Misiles de octubre de 1962.

Los misiles se embarcaron de regreso a la Unión Soviética, y Estados Unidos declararon el embargo a Cuba. Fidel Castro y su ministro de economía, Ernesto “Che” Guevara, comenzaron a apoyar de forma activa a grupos guerrilleros de América del Sur y de África, enviando tropas y expertos militares para asesorar las rebeliones socialistas de Zaire, Angola, Mozambique, Bolivia (donde el “Che” Guevara fue asesinado) y Etiopía. La respuesta estadounidense fue el apoyo a los dictadores en muchos de estos países. En la década de 1970, Cuba empezó a limitar el envío de médicos y técnicos al extranjero a causa de los numerosos problemas que sufrían en la isla. A pesar de la masiva ayuda soviética, la economía cubana estaba en ruina, y los apuros llegaron a su punto más delicado en 1989, cuando Rusia retiró su ayuda al derrumbarse la Europa del Este.

En diciembre de 1991 se aplicaron enmiendas a la Constitución cubana a fin de eliminar todas las referencias al marxismo-leninismo, y comenzó la reforma económica. En 1993 se aprobaron leyes que permitían poseer y utilizar dólares estadounidenses, trabajar como autónomos y abrir establecimientos de comercio. En 1994 se introdujo un sistema de conversión del peso cubano en dólar, y en septiembre de 1996 se permitió que compañías extranjeras dispusieran de sus propios negocios y los gestionaran con el fin de adquirir bienes raíces. Estas medidas impidieron gradualmente que la economía se viera arrastrada por la caída postsoviética. Estados Unidos respondió endureciendo el embargo en virtud de la Ley Helms-Burton, con lo que irónicamente consolidó la posición de Castro.

Durante mucho tiempo se ha criticado al gobierno cubano por no respetar los derechos humanos; al menos 500 personas son “prisioneros de conciencia” por criticar a Castro o por intentar organizar una oposición política. Cuando el papa Juan Pablo II visitó la isla en enero de 1998 condenó tanto la mano dura del gobierno cubano como el embargo de Estados Unidos. Cada año, cientos de ciudadanos desafían las aguas infestadas de tiburones que separan Cuba de Florida, con la esperanza de obtener la ciudadanía estadounidense y el soporte de la acaudalada comunidad cubana que se encuentra exilada en Miami.

En noviembre de 1999, el niño Elián González, de seis años, cuya madre murió durante la travesía, logró llegar a Miami. Este hecho provocó una inusual batalla por la custodia entre el tío abuelo del niño, un exilado cubano que vivía en Estados Unidos, y el padre de Elián, un miembro del Partido Comunista que quería que su hijo regresara a Cuba. Sorprendentemente, las autoridades estadounidenses establecieron que Elián debía regresar con su padre.

Por su parte, Castro perdió amigos esenciales en la UE (que acabó aplicando sanciones a las visitas diplomáticas de alto nivel) tras dos ofensivas en el 2003 y 2005 que culminaron con más de cien disidentes políticos en las cárceles.

Pero no todo son malas noticias. Cuba ha sabido librarse de la adicción casi fatal a la caña de azúcar y ha conseguido diversificarse en otras áreas. Encabezan su minirresurgimiento económico nuevas industrias como el turismo, la extracción de níquel y el reconocido internacionalmente sector médico. Este último servicio ha desempeñado un importante papel en la alianza política y económica con Venezuela.

Para gran disgusto de sus enemigos declarados, la desaparición política de Fidel Castro no precipitó el “cambio de régimen”, sino que se produjo un traspaso de poder (permanente desde 2008) a su hermano Raúl, algo más joven y menos dogmático.

Pese a algunas reformas progresistas tempranas pero en general simbólicas, el primer año del mandato de Raúl trajo pocas sorpresas. Más importantes han sido los sutiles cambios que se han dado desde la llegada del presidente Obama en EE UU: disminución de las restricciones de viaje para cubano-estadounidenses. Por primera vez, el fin del embargo ha comenzado a parecer una probabilidad real.

Las relaciones con la Iglesia Católica también se han suavizado sensiblemente. Así, el cardenal Ortega ha invitado al papa Benedicto XVI a visitar Cuba en 2012. Doce años después del viaje de Juan Pablo II, esta visita será un avance para la cooperación, que la Unión Europea supedita al respeto de los derechos humanos.