Conoce la historia de República de Sudáfrica

Aunque las tribus khoisan de cazadores nómadas, recolectores y pastores vivieron en el sur de África durante cerca de cuarenta mil años, no alcanzaron el cabo de Buena Esperanza hasta hace unos dos mil. Alrededor del siglo XV, la mayor parte de la tierra cultivable había sido ocupada por las tribus invasoras de pastores bantúes.

El sur de África se convirtió en una escala habitual para las expediciones europeas después de que, en 1498, Vasco de Gama abriese la ruta de las especies por el cabo de Buena Esperanza, ya doblado por otro portugués, Bartolomé Dias, en 1488, y en 1652 el holandés Jan Van Riebeck estableció un asentamiento permanente de aprovisionamiento en la bahía de Mesa, donde se extiende la actual Ciudad del Cabo. Comenzaba una época de prosperidad para la compañía de Indias Orientales. Los neerlandeses, en su mayoría burgueses, avanzaron lentamente hacia el Norte y diezmaron a los khoisan con las armas y las enfermedades. Hacia finales del siglo XVIII, con el declive de los holandeses, Gran Bretaña, como era previsible, se lanzó a la conquista de otra porción de África. Se esperaba que los colonos británicos se establecieran en una zona intermedia entre los pastores bóers y los xhosa, pero las familias de inmigrantes británicos se asentaron en las ciudades, lo que incrementó la división entre la zona rural y la urbana, evidente en la Sudáfrica blanca, incluso en la actualidad. Si bien la esclavitud fue abolida en 1834, la división del trabajo entre negros y blancos convenía demasiado a los blancos y no se produjo ningún cambio.

Las convulsiones en el sur del África negra no fueron provocadas sólo por los invasores blancos. Difaqane fue el nombre dado a una campaña de terror planeada por el jefe zulú Shaka, a principios del siglo XIX. Esta oleada de violencia en el sur del continente supuso la aniquilación de algunas tribus y la esclavitud para otras, las más afortunadas huyeron. En medio de este caos, los bóers, descontentos, iniciaron una emigración hacia el Norte (la Gran Travesía) para alejarse del dominio británico. Los pastizales por los que avanzaron fueron abandonados u ocupados por refugiados traumatizados; les resultó fácil convertirlos en pastos para sus ganados. Sin embargo, los zulúes ofrecieron una fuerte resistencia a los bóers, hasta que cedieron ante la superioridad armamentística de éstos. Surgieron varias repúblicas bóers en el interior que fueron anexionadas por los británicos en medio de una confusión de tratados, diplomacia y violencia a mediados del siglo XIX. Justo cuando parecía que la bandera británica iba a dominar desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, se descubrieron diamantes en Kimberley en 1869, y la resistencia de los neerlandeses se reactivó.

La primera guerra anglo-bóer se zanjó con la victoria de los bóers y la creación de la Zuid-Afrikaansche Republiek. Los británicos se retiraron, hasta que se descubrió un enorme yacimiento de oro cerca de Johannesburgo; entonces emprendieron una nueva ofensiva que provocó la segunda guerra anglo-bóer. En 1902, los bóers habían agotado sus recursos convencionales y pasaron a realizar acciones de guerrilla, cuestionando el control británico sobre las zonas rurales. Los británicos reprimieron la resistencia con represalias desproporcionadas: si se producía la voladura de una línea de ferrocarril, destruían la granja más cercana; si alguien disparaba desde una granja, incendiaban la casa, destruían las cosechas y mataban a los animales. Las mujeres y niños de las granjas eran apresados y enviados a campos de concentración -un invento británico-, donde 26.000 fallecieron por enfermedad y abandono. Los bóers se vieron forzados a firmar la paz.

Poco después, en 1910, se creó la Unión Surafricana y se aprobó un aluvión de leyes racistas que restringieron los derechos de los negros y establecieron los fundamentos del Apartheid. En 1914 se sofocó una rebelión militar de los bóers, contrarios a la participación surafricana en la I Guerra Mundial. Los afrikáners emprendieron la tarea de controlar Sudáfrica desde el plano político. En las elecciones de 1948, el ultraderechista Partido Nacional, dominado por los afrikáners, tomó las riendas y no permitió que la represión de los blancos disminuyera hasta 1994. Cada persona era clasificada según su raza, la cual determinaba en qué lugar debía vivir, trabajar, rezar o estudiar. Sin tener dónde habían nacido, los negros fueron divididos en diez grupos tribales, desahuciados y confinados a zonas rurales subdesarrolladas, los llamados homelands. La idea era recluirlos en dichos territorios que, según la propaganda, iban a transformarse en estados autosuficientes y autogobernados. Estas tierras carecían de infraestructuras e industrias y, por lo tanto, eran incapaces de producir alimento bastante para la población negra. Numerosas familias regresaron a las ciudades de donde procedían y se instalaron en campamentos miserables. El jefe Mangosuthu Buthelezi fue una figura primordial dentro del movimiento Inkatha, un intento fallido de unir a los líderes de los homelands. La resistencia de los negros se desarrolló en forma de huelgas, actos de desobediencia civil y marchas de protesta y recibió el apoyo de la opinión pública internacional a comienzos de los años sesenta, cuando 69 manifestantes murieron en los disturbios en Sharpeville y los líderes del Congreso Nacional Africano (ANC), entre ellos Nelson Mandela, fueron encarcelados.

Tras abandonar la Commonwealth en 1961, Sudáfrica se aisló del mundo. La paranoia se incrementó durante los años sesenta y setenta, cuando las potencias europeas se retiraron de África y se formaron estados gobernados por negros, a menudo de carácter socialista, junto a la frontera norte del país. Sudáfrica respondió con las armas, desde ataques limitados (Mozambique y Lesoto) a ofensivas a gran escala (Angola y Namibia). Cuando Cuba intervino en Angola en 1988, Sudáfrica sufrió una importante derrota y la guerra resultó ser mucho menos atractiva. A medida que el espíritu de distensión impulsado por Gorbachov se extendió por el sur de África, Cuba se retiró de Angola, Namibia pasó a ser un estado independiente y, en 1990, se estableció por fin una paz estable.

La situación interior estaba lejos de resolverse. Las respuestas violentas a las protestas de los negros incrementaron el riesgo de conflicto revolucionario, y las Naciones Unidas decidieron imponer sanciones económicas y políticas. A mediados de los ochenta explotó la violencia entre los propios negros de los Townships. Aunque se estableció una diferenciación simplista entre el ANC, de izquierdas y mayoría xhosa, y el movimiento Inkatha, dominado por zulúes y de talante conservador, estas distinciones eran demasiado reduccionistas dentro del contexto de privaciones sociales y económicas que sufrían los negros. Hubo enfrentamientos entre rivales políticos, enemigos tribales y entre aquellos que vivían en los enormes albergues para trabajadores emigrantes y sus vecinos de los Townships. El presidente P.W. Botha mandó detener, torturar y censurar hasta 1989, cuando las sanciones económicas empezaron a hacerse notar, el rand se hundió y el reformista F.W. de Klerk asumió el poder. Las leyes segregacionistas fueron revocadas, los prisioneros políticos liberados y se entablaron conversaciones para la formación de un gobierno multirracial. Las elecciones libres de 1994 encumbraron al ANC, y Nelson Mandela asumió la presidencia. El Partido Nacional de F.W. de Klerk logró el 20% de los votos y el Inkatha Freedom Party obtuvo un 10,5%. Sudáfrica volvió a integrarse en la Commonwealth unos meses después. En 1996 se aprobó la nueva constitución, que igualó ante la ley a todos los ciudadanos.

A pesar de las heridas del pasado y de los enormes problemas que tiene ante sí, en la actualidad Sudáfrica es un país con un ambiente infinitamente más optimista y relajado que hace unos años. La comunidad internacional apoya sin reservas a la nueva Sudáfrica y al deseo aparentemente sincero del ANC de crear una nación exenta de racismo. Entre los blancos existe una mezcla de alivio y desconcierto, y entre los negros rebosa el júbilo por la libertad obtenida. Aunque deberá transcurrir cierto tiempo para que la mayoría negra logre un beneficio económico de la libertad, la estructura política parece suficientemente estable como para mantener la cohesión de las distintas regiones. Las expectativas puestas en la actual Sudáfrica son enormes.

En 1999 el país votó en unos comicios multirraciales por segunda vez en su historia. Se debatieron cuestiones como la economía y la aptitud de los candidatos. Se especuló con que los votos en favor del ANC disminuirían tras la retirada de Nelson Mandela. El ANC, por contra, los incrementó hasta situarse a sólo un escaño de los dos tercios del Parlamento, que le permitiría modificar la Constitución. Thabo Mbeki, que sucedió a Mandela al frente del ANC, pasó a ser presidente tras las elecciones de 1999 y Jacob Zuma, su vicepresidente.

Mbeki ha demostrado ser un presidente en general competente, pero el hecho de ostentar los cargos de presidente de Sudáfrica y del Congreso Nacional Africano no le ha sido de ayuda a causa de su rechazo a condenar con rotundidad la política incendiaria del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, y sus comentarios erróneos acerca del Sida. Esta crisis, que afecta a 4,2 millones de surafricanos, amenaza seriamente con eclipsar los demás problemas nacionales del país.